Buenas, sé que tenía que haber publicado la semana pasada un relato, así que como compensación esta semana publicaré dos. Éste es uno que presenté en un concurso cuya temática era el agua, estando en bachiller.
Una mañana en la alta
montaña, una niña con traje de copo de nieve se levantó. Cuando estiró los
brazos, observó algo grande y brillante pero lejano en lo alto del cielo: el
Sol.
Era tan hermoso, que la
niña quería subir a la cima para estar más cerca de él. Pero cuando estuvo a
punto de llegar, perdió el equilibrio y cayó rodando por la ladera. En la
montaña había otras muchas niñas como ella. Chocaron con ella, y una tras otra
rodaban y rodaban. Era primavera, así que hacía más calor de lo normal, y eso
provocó que sus trajes se transformaran en gotas de agua. Todas formaron un
pequeño y veloz río. La niña era incapaz de ir contracorriente ya que era
joven, así que esperó a que el camino lo agotara. Sin embargo, sus compañeras
le aconsejaron que esperara a que llegaran al mar, porque allí ocurrían cosas
extraordinarias. Para ellas era el paraíso pero la pequeña de gota de agua solo
tenía ojos para el Sol.
Así pasaron los días, el
río se hacía cada vez más ancho y también más lento. Durante el curso, ella no
dejaba de pensar en él. Cuando estaba nublado o llovía, ella lloraba. Si estaba
soleado, brincaba con alegría de roca en roca. Si amanecía, lo saludaba con
cortesía. Y si atardecía, lo despedía segura de volver a verle. Hasta que un
buen día terminó el viaje: había llegado al mar.
Sus compañeras jugaban y
reían con las olas, mientras que ella decidió ir a una zona más tranquila.
Hacía buen tiempo, por lo tanto se quedó a admirar a su amor. Entonces empezó a
sentirse acalorada, porque se había expuesto al Sol demasiado tiempo, y ligera, muy ligera. Se
miró y se sorprendió… ¡se estaba elevando! Y no solo eso, ¡su traje se había
transformado en un vestido de vapor! Llena de gozo, subió con toda rapidez para
llegar lo inalcanzable. Aun así, los problemas llegaron.
Se había alejado bastante
del mar y empezaba a hacer mucho frío. Empezó a sentirse pesada.
Creyendo que iba a caer, unas compañeras suyas que le habían seguido la
cogieron. Le bajaron mientras ella se quejaba. Ellas le respondían diciendo
que nunca podría llegar, que era un ser inaccesible. La niña de vapor rabiaba
sin escucharlas y oponiendo resistencia fue arrastrada. La llevaban de vuelta a
casa.
Las niñas de vapor se
amontonaron para evitar el frío. La pequeña estaba en medio de toda la masa. Lloraba
desconsoladamente. Creía que estaba tan cerca como para alzar la mano y
acariciar su rostro. Se negaba a hablar del enfado. Aparentemente, todo estaba
tranquilo hasta que el viento las empujó violentamente, y las hizo chocar con
otra masa de niñas de su misma forma, una nube. Empezaron a caer compañeras.
Entre ellas estaba la
pequeña. Mientras caía, se despedía de su querido Sol que le observaba desde el
cielo. Todo quedó en gotitas de agua.
Sin embargo, como todo ciclo, el invierno
volvió una vez más. El frío las volvió a reunir y volvieron a ser la niña que
era al principio. Y de nuevo, tenía una idea en la mente: subirse a la cima.
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